lunes, 6 de agosto de 2007

Estado de ánimo: Ritalin

Mi primo sufre del síndrome de déficit de atención e hiperactividad, lo que me hace sentirme muy identificado con él. Recuerdo que de niño, porque a los doce años todavía se es un niño, era casi imposible sentarme en una mesa a hacer los deberes del día.
Según los psicólogos que visité, que fueron varios, esto se debía en algunos casos a cierto retraso mental, cosa que fue desmentida con un 132 en mi examen de coeficiente intelectual; mientras que otros sólo recomendaban una fuerte paliza para que me ponga en orden y me deje de majaderías. Gracias Dr. Rodríguez, si el mismo que salía en el programa de la suavecita.
A veces, recuerdo con nostalgia esas tardes tan divertidas para mí; pero insoportables para Hernán, mi tutor, a quien no negaré muchas veces logre sacar de sus casillas en mis horas de supuesto estudio.
La paciencia de este personaje era inacabable a pesar de todo, pues con la finalidad de que yo terminé mis tareas, muchas veces logré convencerlo de jugar interminables series de penales en la sala de la casa, que por lo general eran interrumpidas por los gritos de mi abuela quien se quejaba por las manchas de pelotazos en su pared; o simplemente los mismos gritos nos despertaban cuando lo convencía de hacer la siesta para poder prestar atención después.
Mi madre, quien la mayoría de las veces que intentaba hacerme estudiar terminaba agotada después de tanto perseguirme, decidió que lo mejor era que Hernán se alejara de mi lado como tutor cuando un día lo encontró en una silla, amarrado con el cable de teléfono, mientras yo jugaba nintendo en mi cuarto. El le contó que yo lo había convencido de jugar a los indios y que por eso lo había amarrado, sin pensar que lo dejaría en la sala amarrado durante un par de horas.
Esa despedida no fue difícil. Mi madre nos sermoneaba a los dos en la sala para decirme que Hernán, debido a que jugaba mucho conmigo, ya no vendría mas; mientras el se metía a la boca el chicle de broma que le había invitado un rato antes.
Se fue de la casa entre risas, con su boca de color azul. Me dijo que estudie y que no me distraiga; pero yo sabría que no podría, simplemente era así.
Termino el bimestre y desaprobé siete cursos. Mi mama habló con Hernán y él regresó a jugar fútbol conmigo en la sala de la casa mientras aprobaba mis cursos.
Hoy diez años después de eso, sentado en la misma sala, veo a mi primo hiperactivo sentado en el sillón con un par de casinos en la mano. Su estado de ánimo es el resultado de una dosis de Ritalin. Esta tranquilito, me mira, sonríe y nuevamente juega con sus cartas.
Una psicóloga hace un tiempo le dijo a mi madre que la única forma que yo aprenda es jugando y no con pastillas. Al parecer a mi primo no le hace falta una dosis de Ritalin, sino de Hernán.

3 comentarios:

Unknown dijo...

casi puedo escucharte contarmelo como ese dia en mi sala...a veces hace falta una dosis de ti.tkm

Unknown dijo...

ke ñino pa mas Jodidooooo, el mas chincheee de todossss

ikayito...!!! dijo...

oe no me has presentado a tu primo ritalin.......o derrepente si...!!!