martes, 22 de julio de 2008

Lo que dije y la verdad

Julio 2000

Lo que dije:

Por esos días andaba muy metido en las marchas en contra de la reelección de Fujimori. Ya había asistido a unas seis, entre plantones en la avenida la Marina y cantadas de himno nacional frente al local del jurado nacional de elecciones.
Mi papá me preguntó si es que tenía planes por fiestas patrias y yo le comenté: “voy a ir a la marcha de los cuatro suyos”. El me miró, sonrió y me dijo que no iría. Yo lo mire desafiante, le mostré mi mascara anti-gas casera que había construido con una botella plástica, y le dije que no podría hacer nada para evitar que yo vaya, que en las clases de la universidad me había dado cuenta que en realidad no podíamos dejar que el país siga así como estaba, y que si queríamos un cambio, tendríamos que lograrlo nosotros mismos.
El me siguió mirando, sonrió sarcásticamente y dijo: “nos vamos a Tarma, así que alista tu maleta.”

La verdad:
No quería ir a la marcha de los cuatro suyos porque desde semanas antes, ya se rumoreaba que iba a ser lo que fue. Moría de miedo, es más, al escuchar a mi padre mencionar el viaje familiar a Tarma, sentí un gran alivio.
La otra gran verdad era que, eso de las clases de la universidad y todo el rollo que le conté a mi padre era mentira. En realidad ya eran como tres meses que no llegaba siquiera a pisar la universidad. Cada vez que bajaba del micro, lo primero que hacía era ir al billar y ahí me quedaba hasta la hora de regresar a casa.

28 de Julio 2000

Lo que dije:

Los fuegos artificiales eran increíbles. Parados con toda la familia y amigos en la plaza de armas de Tarma, me paré al costado de mi papá y le dije al oído: “Papá, ya no quiero estudiar en la universidad, en realidad nunca me gustó, siento que no sirvo para eso”.
El me miró y me abrazó. Me dijo que hace tiempo que se había dado cuenta que no estaba conforme, y que seguro era por eso que andaba haciendo tanto alboroto con mis marchas y demás. Dijo que no tenía que estudiar ahí si no quería. Pero que cuando regresemos vea que es lo que me gustaría hacer, que contaba con su apoyo.

La verdad:
La verdad era que no quería estudiar ahí; pero la verdad más grande, es que para ese momento en que le decía a mi padre que no quería seguir porque no me sentía a gusto ahí, ya me habían botado de la universidad. Ya había reprobado todos mis cursos y en la lista de notas pegada en la pared del pabellón, al lado de mi nombre decía: ELIMINADO.


Agosto 2000

Lo que dije:

Mi madre nunca estuvo de acuerdo en que estudie en un instituto, por lo que seguía tratando de lavarme el cerebro para que regrese a la universidad. Yo le había dicho: “Mamá, no te preocupes, ya he separado mi matricula y la estoy dejando para cuando decida regresar”
Ella se había tranquilizado un poco con esa noticia, aunque durante un tiempo no dejó de insistir para que regrese a la universidad. Nunca logró su cometido.

La verdad:
Le dije a mi madre que había separado mi matricula, pero la verdad es que el día que fui a la universidad, en realidad solo fui a despedirme de mis amigos del billar, la gente con la que jugábamos golpeado en los jardines y algún desadaptado que encontré por ahí.
Esa tarde terminó entre cervezas, cigarros y mesas de billar. Luego de falsear un documento que decía: MATRICULA SEPARADA, regresé a casa con la firme intención de olvidar el asunto de aquella universidad para siempre.

Marzo 2001

Lo que dije:

Llegué temprano a casa y mi mamá me esperaba en la sala. Me dijo que había ido a la universidad con el certificado de Separación de Matricula y ahí le dijeron que ese tramite no existía y que lo mas probable era que su hijo, en este caso yo, la haya engañado.
Ella me miró completamente decepcionada. Esta ves el “lo que dije”, se convirtió en un “lo que no dije”, pues me quede callado, tratando de inventar alguna absurda excusa en mi cabeza. Mientras ella gritaba yo me hacía cada vez mas chiquito. Sólo atinaba a decir de rato en rato un “perdón”.

La verdad:
La verdad es que me sentí un traidor. Nunca sentí que podía decepcionar tanto a alguien. La verdad es que hasta ahora lo siento mucho y nunca pedí perdón. Ese medio año me la pase encerrado, saliendo solo para estudiar y regresando a casa a seguir estudiando. Prometí no mentirte de nuevo y ser un mejor hijo. Lloré cuando se lo dije. Me abrazaste y me dijiste que me creías, que sabías que iba a mejorar. Yo también creí que lo haría.

Luego, dos años después, rompí mi promesa de ser buen hijo cuando también dejé el instituto.

domingo, 6 de julio de 2008

¿Te quieres casar conmigo?

Luis está en su casa con las luces apagadas. Se sienten aun algunos olores que salen de la cocina y no hay mas ruido que el de sus pasos y el choque de la botella y la copa para el vino que en momentos se sentará a disfrutar en la sala.
Sentado mira el televisor apagado, parpadea lentamente y sonrie mirando nada, mientras va sacando el corcho de la botella.


Una ves destapado, se sirve en la copa y trata de sentir los aromas del vino, primero lo prueba, después lo huele y al final trata de mirarlo haciendo contraluz con la chimenea que aun tiene algunas llamas ardientes.
Mientras toma un album de fotos que esta en el cajón de la mesa de centro de la sala, recuerda aquel curso de vinos al que nunca se metió. Sonrie nuevamente y, tras el segundo sorbo, comienza a ver las fotos.

Ahi pasan sus primeros años, la típica foto de él desnudo, los disfracez que uso en el nido, algunos amigos del barrio con los que perdió contacto por completo y alguna que otra tía que lo quizo como si fuera su propia madre. Lo amarillo de las antiguas fotos parecen quedarse impregnada en la palma de sus manos, aunque él sabe que ese color se debe a sus problemas con el hígado. Divertida juventud que le dicen.

Del cajón de la mesita de centro siguen saliendo mas y mas fotos. Ahi encuentra las del colegio y los amigos de su promoción. Observa atentamente una en la que se encuentran todos. Uno a uno va repasando las caras de sus compañeros y mencionando en voz alta el nombre de todos; mientras hace eso sonríe porque se da cuenta que no tiene problemas de memoria pues se acuerda de todos.

Entres sus silenciosas sonrisas, encuentra una foto especial.

En esa foto salen él y Gabrielá, con la tilde en la “a”, como solía decir una canción de los Turbopotamos, aquel grupo que tanto siguió en su juventud rockera y alocada.

Como un flash, recordó todo en un instante. Recordó el lugar, que era una playa a la que solían ir a conversar la vida entera hasta que el sol se oculte, recordó la fecha, que era aquel 30 de junio del ya lejano dos mil nueve, y por último recordó olores, sentimientos y esa fecha tan importante para él, pues era su cumpleaños.
Con la foto en la mano siguió sonriendo. Recordó como eran los tiempos en esas épocas, cuando con Gabrielá sentía que tenía el mundo a sus pies y podían hacer lo que querían.

Mientras seguía sonriendo en la oscuridad de su sala, en ese 30 de junio pero ya del dos mil cuarenta y ocho, y mientras cumplia sesenta y seis años, sonrió de nuevo aunque comenzó a sentirse solo.

Miró nuevamente la foto y la sonrisa ya no apareció.

Recordó que aquella vez en la que se tomaron esa foto, le dijo sin haber sido nunca enamorados ni nada, sólo amigos, que quería pasar lo que le quedaba de vida con ella, que no resistiría verla andar otra vez con tipos que él sabía que no la merecían. Recordó aquel silencio incomodo que siguió a sus palabras y que sólo acabo con el beso que Gabrielá le dio, mientras le daba el abrazo que mas recordaría en su vida.

Recordó también como un año después, Gabrielá lo dejó en esa misma playa, pues sentía que la relación no avanzaba debido a sus ideas, porque Luis nunca había tenido en la cabeza la palabra matrimonio.

Recordó lo tonto que fue al dejarla ir. Después de eso se fue de viaje a seguir sus estudios pero siempre la tuvo en sus pensamientos.

Sus ojos empezaban a llenarse de lagrimas porque empezaba a sentir como el pequeño pero punzante bichito llamado soledad lo penetraba, cuando la luz de la sala se encendió y Gabrielá apareció y se sentó a su lado.
La sonrisa que tenia al mirar las fotos apareció de nuevo. Luis le mostró la foto y ella lo besó en la mejilla diciendo: “¿Te acuerdas de ese día?, y pensar que ya han pasado cuarenta años. Feliz cumpleaños cholito.”
Luis la miró como sólo se puede mirar a alguien cuando se ama. Le dio un beso y le dijo: “¿Te quieres casar conmigo?”

Gabrielá se quedo mirandolo, y sin decir nada le dio a entender que si, pues era algo por lo que había esperado toda la vida. Lo beso de nuevo y Luis se sintió como en aquella playa cuando le dijo que quería pasar su vida junto a ella, sin importar nada, sin importar todo, pensando que solo a su lado podría ser feliz