miércoles, 27 de agosto de 2008

Cara y sello

Cara: Campeon de nada
Sello: Ojo por ojo


Cara

9:30 pm

Felipe se termina de afeitar, sale del baño y mira en su cama la ropa que usará esa noche. Después de casi ocho meses, los mismos que Rocío lo abandonó, decidió salir un sábado por la noche con lo amigos, aquellos amigos que había abandonado cuando empezó su relación; ademas era cumpleaños de Carlos, su mejor amigo, y no podia faltar.

Se mira en el espejo y piensa que a partir de esa noche todo será diferente, que de ahora en adelante cambiará la vida para el de nuevo y que es posible que esa noche conosca a alguien, alguien que lo haga sentir bien, con quien pueda conversar, reir, divertirse. Alguien a quien le pueda invitar una cerveza o un trago y quedarse hablando de las tonterias mas grandes que se pueda imaginar mientras a su alrededor la bulla y la multitud no los afecten, no los incomoden, ni siquiera existan.

Suena el celular y contesta. Sus amigos lo esperan en la puerta de su casa. Se termina de hechar colonia y sonrie mirándose en el espejo, sintiendo confianza en si mismo, deseando empezar esta nueva etaba en su vida en la que no se quedara en su cama lamentándose y llorando el haber sido abandonado por Rocío.

Sello

9:30 pm

Milagros llama desesperadamente a Adriana, su mejor amiga, para contarle lo que pasó en la tarde que vio a José, su novio. Entre los gritos y palabras desesperadas, Adriana logra entender que José le saco la vuelta con una amiga de la universidad, que precisamente es amiga de Milagros tambien.

Adriana le dice que lo mejor que puede hacer es dormirse para que al día siguiente piense mejor las cosas, recomendación que Milagros rechaza por completo y por el contrario, la insita a salir esa misma noche.

Adriana en primer lugar se niega, pero luego recuerda que una amiga suya le habia dicho para ir al cumpleaños de un amigo, un tal Carlos, por lo que accedió a salir con Milagros, con la única condicion de que fuera a ese sitio.

Milagros acepto pues, finalmente y como ella lo dijo, solo quería salir a cualquier sitio y “tirarse a cualquier huevon”, para que José se de cuenta de lo que hizo.

Cara

1:20 am

En una esquina de la discoteca, la mas oscura del lugar, Felipe conversa con Milagros a quien conoció recién esa noche. Ella le dice para ir a bailar, pero el insiste en quedarse conversando ahi. Ella gana. Bailan muchas canciones, cantan muchos estribillos, él le invita algunos tragos mas y siguen disfrutando en el lugar, olvidandose de los amigos con los que fueron, olvidándose de la bulla. Felipe la mira con ternura, como si ella pudiera ser la mujer que lo haga sentirse completo nuevamente.

Pide un par mas de tragos y siguen conversando, nada les importa. Felipe la escucha hablar atentamente y, aunque no entiende la mitad de lo que dice, sigue pensando para el: que linda es, ella podría ser

Sello

1:20 am

Mientras su nuevo galan, Felipe, le trae un trago mas a los ya varios que le ha logrado sacar, Milagros saca su celular y se aguanta las ganas de llamar a José y decirle que acaba de salir y le pagará con la misma moneda.

Llega Felipe y despues de un rato de conversar, ella le dice para bailar, pero él se niega. Aprovechandose de la borrachera del muchacho, lo comienza a seducir, tocandolo en partes que ninguna chica decente te tocaría si es la primera vez que le hablas. Con esas mañas lo logra llevar a la pista de baile con la simple misión de “calentarlo” un poco.

Regresan a conversar en ese oscuro rincón, ella lo besa un par de veces y le dice para irse a un lugar mas comodo. Felipe totalmente emocionado le dice que primero se tomen unos tragos mas y de ahi van a donde quieran.

Mientras él va por mas alcohol, ella le envía un mensaje de texto a Adriana diciéndole que se irá con él chico este, y que ya se ven otro día. Manda el mensaje y toma la copa anterior que ella aun no habia tomado, se fija si es que Felipe la esta mirando y la bota al piso, al costado del mueble, donde fueron a parar todos los tragos que él le compró.

Cara

2:40 am

Felipe baja de un taxi mientras besa apasionadamente a Milagros. El taxista baja del carro molesto porque no le pagaron y solo dejan de besarse un instante para darle el dinero correspondiente y seguir entrelazados.

Asi, practicamente amarrados, pagan la habitación en la recepción del hotel y suben al cuarto que les asignaron. Una vez adentro, Milagros le dice que se espere un momento, que tiene que ir al baño, por lo que deja a Felipe solo en la cama.

Recostado, desnudo, con un poco de frio aunque extremadamente “caliente”, Felipe piensa: “Y pensar que hoy día no queria salir, me hubiera perdido de conocer a Mili, tan linda ella, yo creo que ella podria ser...

Su pensamiento es interrumpido por una Milagros que sale del baño vistiendo el mismo traje que Felipe tiene en ese momento: La absoluta nada.

Mientras se entregan mutuamente, Felipe sigue repitiendo cosas como “Pucha Milagros, imaginate que contigo podría”, frases que eran contantemente interrumpidas por ella, quien tapandole la boca con un dedo y diciendo “shh”, le pedía que no diga nada, que la ame en silencio, que asi era como le gustaba. Felipe sentía el dedo de Milagros en los labios y se exitaba mas, al punto de hacerle caso y repetir mil veces en su cabeza: “Mili, me caiste como anillo al dedo, creo que tu eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, me gustaría estar contigo”

Sello

2:49 am

Milagros entra al baño del cuarto de hotel que acaban de pedir con Felipe. Se mira al espejo y en sus ojos reconoce la ira y la venganza. Mientras se va desvistiendo, busca el número de José y comienza a escribirle un mensaje de texto. “Te odio. Ojo por ojo, diente por diente”

Presiona enviar y sigue mirándose un momento mas en el espejo. Escucha el absoluto silencio que hay detrás de la puerta y piensa un momento en Felipe: “pobre huevon” se dice para si misma, apaga la luz y abre la puerta del baño.

Ahi ve a Felipe, desnudo en la cama, esperando por ella, con una sonrisa que refleja toda la sinceridad que puede tener el alcoholizado muchacho.

Camina hacia el y se entrega completamente al acto, no de amor, sino de venganza. Mientra el la abraza y le dice cosas que no pensó escuchar, ella le tapa los labios con un dedo y le dice “shh”, le pide que la ame en silencio, mientras ella, cuando Felipe no la ve, sonrie tambien, pero pensando en José y como se va a sentir cuando se entere de esto.

Sello

4:40 am

Milagros toma su ropa y se viste. Nuevamente entra al baño, se mira en el espejo y tiene un sentimiendo agridulce, en una parte feliz por su venganza, mientras que por otro lado un poco de asco por lo que acaba de hacer.

Escucha que Felipe, quien esta durmiendo en el cuarto, en su borrachera llama a una tal Rocio.

Sale de la habitación, deja el hotel y toma un taxi para irse a su casa.

Sentada en el asiento de atrás, recibe un llamada: Es José. Le pide explicaciones por el mensaje que le acaba de mandar y ella, sonriendo, le dice: “ojo por ojo, diente por diente”. Despues de decir eso cuelga y se va con una sonrisa de satisfacción, mirando las luces de la ciudad por la ventana del taxi, pensando, solo pensando.

Cara

7:12 am

Felipe se despierta completamente solo en la habitación del hotel. Siente mucho frio, el frio que anoche en compañía de Milagros no sintió. Ls busca por toda la habitación y no la encuentra. Toma el celular y decide llamarla, pues piensa que derepente tuvo una emergencia y se tuvo que ir mientras él dormía.

Llama varias veces y el pequeño auricular le da la misma respuesta en cada una de ellas: “El celular al que ha llamado, no existe, No Existe, ¡¡NO EXISTE!!”

Sentado en la cama, se siente desnudo por primera vez en la noche, aunque toda la noche estuvo asi. Trata de recordar el rostro de Milagros y no recuerda mucho, el recuerdo de sus manos y todo lo que tiene que ver con ella se fue con el efecto del alcohol.

Suena el celular y el emocionado mira quien lo llama. Es Carlos, su mejor amigo, y al que dejo anoche en la discoteca cuando se fue con Milagros. Contesta.

“Alo campeón”, es lo primero que le dice Carlos. Felipe sonrie con un poco de miedo y le respode: “Si, campeón” y le cuelga automaticamente. Sentado y desnudo mira las sabanas desordenadas, las envolturas de los preservativos en el suelo, recuerda la pequeña ilusion que por su cabeza pasó anoche al pensar que Milagros “podría ser...”; y mientras todo esto pasa por su cabeza, una pequeña lágrima va naciendo en uno de sus ojos.

Toma el celular en el que todavía dice “Carlos” en la pantalla y con la mayor ironía del mundo le habla al aparato diciendo: “Si, campeon... campeón de nada” y lo deja caer al suelo.









lunes, 18 de agosto de 2008

55 minutos

Sólo faltaban diez minutos para las seis de la tarde. Me arreglé el corbatín michi que perteneció al abuelo Hebélio y miré nuevamente mi reloj, que casualmente también le había pertenecido. Me estiré los tirantes por última vez y asumí una posición mas relajada.

No podía creer que ella había quedado en encontrarse conmigo precisamente en el lugar donde solían estar todos sus conocidos. Mientras esperaba, en mi cabeza trataba de recordar alguna anécdota para compartir con ella cuando llegará.

Viviana del Portal Rivadeneyra era su nombre. Siempre la había visto de lejos y nunca me había atrevido a acercarme. No tengo muy claro en realidad todo lo que sucedió para que lleguemos a citarnos, sólo sé que sucedió.

Llevaba sentado en ese lugar cerca de cuarenta minutos. Preferí llegar antes para ver el ambiente. Vi entrar muchos amigos de Vivi. Digo Vivi, por que en esos momentos había dejado de ser Viviana del Portal Rivadeneyra y se había convertido en Vivi, mi Vivi, la que se citó conmigo en aquel sitio frente a todos sus amigos.

Mire mi reloj nuevamente. Faltaban dos minutos para las 6 de la tarde. El mesero llegó por octava vez a mi mesa a preguntarme si me podía traer algo, y yo, como siempre, le respondí que aun no, que esperaba a alguien. Él, con cuidado, retiraba la carta que segundos antes había puesto sobre la mesa y con una sonrisa, que en cada una de las veces que se retiraba tenia mas sarcasmo, giraba sobre los tacos de sus zapatos de charol y se iba silbando.

En la espalda del mozo, que vestía camisa blanca, me imaginaba un ecran donde se proyectaba la bella historia que estaba por ocurrir. Según yo, ella llegaría, me saludaría, se sentaría a mi lado y conversaríamos durante horas. Todos sus amigos y amigas sorprendidos nos mirarían y se preguntarían quien es ese tipo con el que Vivi conversa.

Otra vez mire el reloj. Ya habían pasado cuatro minutos de las seis de la tarde y esperaba con ansias, que de un momento a otro, ella atraviese la puerta del lugar que siempre recibía a sus amigos.

Mis manos comenzaban a sudar. No sabia si saludarla con un besito en la mejilla o con un apretón de manos. Después de pensarlo por un momento, me decidí por el besito pues pensé que sería más romántico. Luego le jalaría la silla para que se sentara bien cómoda, llamaría al mozo y esta vez yo sería el de la sonrisa sarcástica.

Me acomodé nuevamente los tirantes y sentí que la puerta se abrió. Levante la cabeza pero no era ella. Con disimulo, pues pensé que el mozo observaba cada movimiento mío para acercarse y acumular mas sarcasmo en su sonrisa. Mire mi reloj de nuevo y ya eran las seis y nueve minutos.

Comencé a buscar explicaciones en mi mente del por que no llegaba. Recurrí a una que solía ver en las películas. Siempre te hacen creer que las chicas lindas llegan tarde, aunque en ese momento sabía que era algo estúpido, preferí concentrarme en esa idea para tranquilizarme.

Un poco mas relajado, saque del bolsillo interior del saco la cajita que contenía su regalo. Era un prendedor de plata en forma de estrella, que había pertenecido a la abuela. Lo estaba observando mientras imaginaba como lo iba prendiendo en su polo, cuando dos manos golpearon la mesa.

— ¿Qué haces acá? — me preguntó Maria Alejandra con una voz sumamente irritable
La mire y baje la mirada muy rápidamente. Me quede callado. No entendí por que lo hice. Guarde en un instante la cajita con el prendedor y cuando levante la mirada para responderle, automáticamente me dijo:
— Pobrecito.. — mientras se daba la vuelta para irse con el resto de sus amigos

Maria Alejandra era una amiga de Vivi. No era muy buena persona, era realmente odiosa. Ya no me preocupe más por ella y seguí en mi dulce espera.

Ojos al reloj nuevamente, ya eran seis y doce minutos. Mi pierna derecha comenzó a temblar, por lo general eso solo ocurría cuando estaba nervioso y valla que lo estaba. En ese momento no lo pensé, pero no me había percatado que la pierna no me tembló hasta ese momento y, en todo caso, me hubiera temblado desde el principio, pues siempre estuve nervioso.

Mire al mesero. Estaba distraído mirando unas chicas entonces rápidamente dirigí la mirada a mi reloj. Seis y doce aun, lo que para mi habían sido unos diez minutos, para mi reloj fueron unos insignificantes segundos. Me acomodé en la silla para que no se note la tembladera de mi pierna y seguí atento a la puerta.

Sobre la mesa estaba tendida la palma de mi mano izquierda y mi codo derecho, sobre el cual se apoyaba mi cabeza. Empecé a escuchar pequeños golpecitos. Uno, dos, tres y cuatro, paraban un ratito y nuevamente uno, dos, tres y cuatro. Miraba la puerta, pero en realidad me concentraba en los ruiditos esos.

Desvié la mirada a la izquierda y vi mis dedos golpeando la mesa. Meñique, anular, medio e índice, la pausita y nuevamente meñique, anular, medio e índice. Me detuve automáticamente.
El mesero llego por novena vez a la mesa.

— ¿No pedirá nada aun no señor? — miraba con cara de que en pocos segundo podría empezar a reír a carcajadas
— No, ya te dije, estoy...
— Si señor, esta esperando a alguien — dijo completando lo que iba a decir, sonrió con más sarcasmo y se retiró.

Enderecé mi espalda en la silla. Sentí algo bajar por mi patilla izquierda, al pasar mi mano, me di cuenta que había empezado a sudar. Del bolsillo trasero del pantalón saqué un pañuelo y me seque apuradamente, pues Vivi podría llegar en cualquier momento y no quería que me viera así. Seco el sudor, mi mano bajaba y metía el pañuelo en mi bolsillo a la vez que mi cabeza nuevamente se levantaba en dirección a la puerta.

Mis ojos no se cansaban de mirar. Parecía que los pestañeos esta tarde no me alcanzaron, sólo era una mirada continua y desesperante, ausente de párpados metiches que entrecortaran la visión que tanto esperaba. Busqué al mesero con la vista y, al no verlo, mire nuevamente mi reloj. Seis y veinte.
Me tome el pulso yo solo. Sentí que me comenzaba a agitar. Dedo pulgar en la muñeca opuesta, no había pulso, no lo encontraba, pero me agitaba mas, sudaba nuevamente y otra vez el pañuelito.

Comencé a sentir sueño. La respiración me fastidiaba, el hecho de tener que hacerlo profundamente me causaba un gran malestar. Mis ojos seguían mirando la puerta insaciablemente.

Decidí recostar la cabeza sobre el brazo, de tal manera que podía descansar y a la vez mirar la puerta. Ojitos al reloj, seis y veinticuatro. Mi cabeza bajaba lentamente, moviéndose centímetro por centímetro, milímetro por milímetro, cada vez más despacio hasta que dejaba de ver y de oír, y me hundía en un profundo silencio.

Me había quedado dormido cuando de un golpe me desperté. El mozo que tantas veces se burlo de mi, se tropezó y caía lentamente al piso. Su bandeja salió disparada y el vaso de ron que llevaba, me cayó encima. Cuando intente decirle algo, me di cuenta que la lengua se me había adormecido y no podía hablar.

Intentaba decir alguna palabra y nada, era imposible, todo era un balbuceo que lo único que hacía era causar risa en los que estaban ahí. Mire mi reloj y eran las seis y cuarenta y tres. Giré hacia la puerta y estaba ahí.
Vivi, mi vivi. Se acercó a la mesa y se sentó. Yo me trate de arreglar y también me senté. Me dijo:

— Hola —mientras yo la miraba a los ojos y los míos brillaban su máximo esplendor
— Oa — respondí

Al decir eso, la magia que había en mi mirada desapareció cual truco de mago. Recordé que tenía la lengua dormida y no podía decir absolutamente nada. Mire el relojito y eran las seis y cuarenta y tres aun. Parecía que el tiempo había decidido no andar más. De pronto ella se puso de pie y me dijo:

— ¿Has estado tomando? — mientras percibía el olor a trago
— O — fue lo único que pude decir.

El olor que salía de mi, era penetrante. Ella se dio vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta mientras sus amigos me miraban y se burlaban. Lo único que atiné a hacer fue pararme a perseguirla mientras balbuceaba tratando de explicarle lo que había pasado y alimentaba su cólera.

Abrió la puerta y salió del local, mientras yo seguía sus pasos y a la vez pasaba por un callejón oscuro de risas y burlas. Salí del local.
La alcancé bajando los tres escalones. Le traté de explicar lo que pasaba, pero mis intentos por decir palabras eran nulos. Se notaba que con cada palabra o intento de esta que salía de mi boca la iba perdiendo un poco más.

Me miró con tanta ira como nunca había visto en una mirada y se fue caminando por la vereda.
Me quede parado mirándola irse mientras sentía el viento pasar como un huracán que se llevaba mi esperanza y mi ilusión.

Ya sentía ganas de llorar pero mire la ventana y todos estaba ahí, burlándose y señalándome con el dedo. Mire mi reloj, seis y cuarenta y cinco. Me di vuelta y camine en sentido contrario a ella por la misma vereda.
Nuevamente volví a sacar el pañuelito, sólo que esta vez sequé una lágrima.