martes, 22 de enero de 2008

Hoy día robé

Beto era el primogénito de una familia acomodada. Nunca le faltó nada, aunque tampoco le sobró. Había terminado la universidad hace apenas un mes y medio, lo que lo hizo entusiasmarse para salir a las calles de esta selva de cemento a enfrentarla y buscar la forma de ganarse la vida.

El primer mes se la paso buscando trabajo. Siempre había pensado que con un titulo universitario de la mejor universidad particular de su país encontraría trabajo en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, la vida lo hizo ver la dura realidad mientras a diario regaba currículos por decenas de oficinas de esta gris ciudad.

Todo el dinero que había juntado durante su ultimo ciclo de universidad, en el que estuvo practicando en una empresa, se le estaba acabando y aun no lograba conseguir un empleo, ni siquiera uno momentáneo que lo saque de los apuros económicos, que aun no sufría, pero que estaba seguro en unos días ya empezaría a sufrir.

Todas las mañana, Beto salía muy temprano de su casa, se despedía de su madre con un beso en la frente y salía con la sonrisa mas grande del mundo para que ella no sospeche nada sobre la gran frustración que ya andaba sintiendo. Apenas ponía un pie en la calle, nuevamente la molestia y el desencanto que por un mes lo acompañaban se alojaba en la expresión de su rostro.

Las últimas dos semanas ya estaba entrando en crisis. De tanto gastar en impresiones para su currículo y pasajes de un lado para otro, ya se estaba quedando absolutamente en la miseria. Su humor siempre alegre y jovial había cambiado hasta convertirlo en un viejo renegón a su corta edad. La gran ilusión con que dejo la universidad para seguir con el siguiente paso en la vida, que para el era conseguir un buen trabajo, se estaba yendo por las alcantarillas de su siempre querida ciudad.

Durante los últimos días, su presupuesto se acortó de tal manera que ya no podía ir a sus entrevistas en taxi, ni sentarse en algún café a tomarse algo mientras esperaba la hora para otra entrevista. Su situación era crítica. Comenzó a salir de su casa sin despedirse y hasta sin arreglarse como lo hacia los primeros días de su búsqueda, hace ya un mes y medio.

Hasta que llegó el día en que salió de su casa y sólo tenia un sol en su billetera. Era tan orgulloso que no se le pasaba por la mente pedirle algún sol prestado a su madre, no quería sentir la “humillación” de tener que hacer eso. Con el único sol que lo alumbraba, decidió ir a una entrevista más de las miles a las que ya había ido.

Al salir de la entrevista se sintió nuevamente como después de todas las que ya habia pasado. Sabia que era posible que no lo contraten y sentado en la banca de un parque lagrimeo un poco.

Durante una hora vio pasar a los vagabundos pidiendo limosna y se preguntaba si quizás ese era su futuro. Cuando sintió hambre quiso regresar a su casa; sin embargo recordó que no tenia nada de dinero. Caminó por un rato, paso por un puesto de agachados y respiró tan fuerte como pudo, tan fuerte como si pudiera llenarse con el olor, como si ese olor al entrar a su cuerpo se convirtiera en un bocado que pudiera masticar y saciar su hambre.

Sintió la frustración más grande de las últimas semanas. Se sentó en una banca del parque cerca al puesto y sus ojos se llenaron de lágrimas. A su lado se sentó un señor que le comenzó a hablar. Le contaba que era ingeniero electrónico y que tenía un master en una universidad de estados unidos, mientras Beto abría la carpeta y le mostraba su diploma de graduado con honores. Rieron un rato hasta que el señor se levanto y dijo que tenía que regresar al trabajo.

Beto lo vio irse y mientras lo veía caminar, pensaba en la gran oficina que debería tener ese señor, el gran carro que debía manejar y se llenaba de esperanza hasta que lo vio llegar a su trabajo. El señor se metió a un Tico amarillo, levanto un cartel de Taxi, lo pegó en la luna delantera y se dispuso a arrancar la jornada del día.
La mirada de Beto escribía desesperanza a donde miraba. Decidió ir a su casa, subirse a un micro y cuando le cobren, decir que no tenia dinero y bajar, y hacer lo mismo hasta estar lo suficientemente cerca de casa como para caminar, o si es que tenia suerte, que lo dejen en su casa.

Subió al micro y se sentó atrás. Sentado, vio como subió un chico, bolsiqueo a varias personas y se bajo sin obtener mas que unas monedas sueltas de la casaca de una señora que viajaba durmiendo.

Entró en cólera pero no dijo nada. Abrió su carpeta y vio su diploma que sarcásticamente tenia en letras gigantes “Graduado con Honores”. La rabia de ver eso escrito en ese pedazo de cartón, lo encolerizó más que ver al ladrón. Por un momento pensó y comenzó a comprender porque el chico había subido y robado. Pensó en la falta de oportunidad que existía en su país, pensó en lo injusta que era la vida con él, con el taxista con el que habló en el parque y con todas las quien sabe cuantas historias parecidas a la de él que habrían dando vueltas por ahí.

Nuevamente sus ojos se llenaron de lágrimas. Se tapo con la carpeta y se limpió muy rápido. Cuando se volvió a mirar hacia el cobrador, este había empezado a cobrar los pasajes en la parte de adelante, lo que significaba que cuando lleguen a donde esta él, tendría que bajarse fingiendo haber perdido su billetera en ese momento.
Bajo la mirada para que cuando el cobrador llegué no tenga que mirarlo a los ojos y vio algo que no esperaba. El señor que placidamente dormía en el asiento de adelante, tenia la billetera casi afuera del bolsillo de la casaca. Beto rápidamente miró que todos a su alrededor no estaban atentos a ese detalle, para estirar la mano y sacar la billetera.

Cuando la tuvo en su poder, sacó un sol y la metió en su pantalón, dentro del calzoncillo, donde estaba seguro que nadie buscaría y nuevamente sintió un poco de tranquilidad, aunque era una sensación agridulce, pues sabia que había robado.

Vio con lágrimas en los ojos como el cobrador sacó al viejito a empujones del micro, mientras lo empujaba, el anciano rogaba que alguien le preste un sol para su pasaje y era completamente ignorado. Beto se quedo callado. El micro avanzo y el viejo lloraba en el paradero donde lo habían dejado, y mientras se alejaba el micro, rebuscaba sus bolsillos con la leve esperanza de encontrar su billetera.

Beto corrió del paradero a su casa. Nunca pensó llegar a hacer esas cosas, nunca pensó en tener que robar, en tener que dejar que golpeen a un anciano por su culpa. Entro a su casa, cerró la puerta y se sentó en el suelo a llorar.

Caminó a la computadora, la prendió y abrió su blog. Puso de titulo: “Hoy día robé” y llorando, comenzó a escribir.

1 comentario:

JRodriguezD dijo...

Muy chevere, mi tanke. Me gusta sobretodo el giro del final.

Ojala q no sea el futuro de nosotros, ja.

Besos.