domingo, 1 de junio de 2008

En la puerta te espero

Casi no había dormido en toda la noche. Se acercaba el primer día del año escolar, el primer día en que Isaías, mi hijo, tendría que alistarse para empezar nuevamente un año lleno de complicaciones escolares, pero esta vez sin su madre.

Miluska nos había abandonado. Ya eran casi dos meses desde que se fue, desde que desapareció una mañana dejando una nota en la que pedía perdón por la decisión que había tomado, pero que en realidad era la única manera de poder continuar su vida, de buscar una forma de sentirse realizada como persona, cosa que según la nota, no consiguió siendo madre, esposa, ni parte de una familia.

Llore muchas veces su decisión, siempre escondido, siempre durante la siesta de Isaías, siempre cuando no me veía. No tenía el valor de explicarle que su madre no regresaría y que prácticamente para nosotros haya muerto sin morir, aunque a veces deseé que haya muerto en realidad para poder explicárselo de alguna manera.

Me acerqué a la puerta de su cuarto y aun dormía. Recién eran las seis de la mañana y por lo menos faltaba una hora para despertarlo. El colegio quedaba cerca y no me preocupaba el tiempo que me tomaría llevarlo, así que decidí alistarme yo primero y luego empezar a preparar su uniforme, lonchera y todo lo que necesite para que no le falte nada en el día.

Una vez que tuve todo listo recién lo fui a despertar. Empecé a despertarlo pero en realidad se me hacia muy difícil, no comprendía como Miluska podía levantarlo siempre y todos los días, interrumpir su placentero sueño, su cara de tranquilidad, su sonrisa dormida para mandarlo al colegio.

Cuando logré que abriera los ojos me sonrió, me dijo que por favor lo deje dormir cinco minutos mas y que luego de eso se levantaría sin quejas. Me lo prometió a la vez que se abrazaba a mi y ya no pude negarme, no me importaba llevarlo tarde a su primer día de clases, total, de que servia el primero de primaria, no valía de nada si tenia que quitarle un poco de tranquilidad a mi hijo.

Me quede a su lado mientras esperaba esos cinco minutos que en realidad no me importaba que sean diez, veinte o al final todo el día si es que Isaías estaba tranquilo, pero contrario a lo que pensé, apenas pasaron cuatro minutos se levanto de un salto y me dijo que me apurara, que tenia que ir al colegio y mientras hablaba lo vi salir por la puerta de su cuarto corriendo con rumbo al baño.

A veces al mirarlo, pensaba que prácticamente había olvidado a su madre. Es que en realidad era tan pequeño que no me atrevía a preguntarle que pensaba, que sentía, que quería hacer, a veces simplemente lo miraba. Lo miraba jugar en el parque y sonreírme, mostrarme alguna herida con sus ojos llenos de lágrimas o lo veía fallar mil goles porque estaba mas atento a que yo lo mire meter los goles que por mirarme fallaba.

Salí del cuarto para ver que hacia y lo encontré en mi cama, mirando su camisa del colegio y fijando la mirada en su nombre bordado que estaba en la parte inferior de la camisa. Me miró y me dijo que no quería usar esa camisa porque le hacia recordar a su mamá, y comenzó a caminar hacia el baño pero no perdía de vista la camisa que miraba de reojo y con un sentimiento que no pude descifrar.

Mientras estaba en el baño, cambie la camisa por otra que no tenía su nombre bordado y espere que salga para que se cambie. Al salir miro con cuidado la camisa, la examino dando vueltas a su alrededor hasta que comprobó que era otra. Luego empezó a cambiarse y me dijo que me apure que si no llegaría tarde.

Lo dejé ahí mientras fui a la cocina a hacer la finta que preparaba la lonchera que en realidad había preparado una hora antes. Cuando Isaías entró, vi que miraba la lonchera de la misma manera que minutos antes había mirado la camisa. Rápidamente dirigí la mirada a la lonchera y comprobé que también tenía su nombre escrito con esmalte rojo por su madre.

Me quede frió, era la segunda ves que tenia esa mirada en la mañana. Me miró y pregunto si estaba mal que no quisiera acordarse de su mami, porque en realidad él sabia que nos había abandonado y que nunca iba a regresar. Lo miré y no pude aguantarme las ganas de abrazarlo.

Yo sabia que se daba cuenta que su mama no estaba, y que no me creía cuando le decía que se había ido de viaje y que ya regresaría cada vez que me preguntaba por ella, pero escuchárselo decir fue más doloroso aun.
Nos sentamos en el comedor a conversar un rato. Hablamos sobre su mamá, sobre el hecho que la decisión que tomo no quería decir que no lo quería, y que si lo hizo sus razones tendrá, que no tenia porque tenerle rencor y que cualquier cosa que necesitaba me lo podía decir a mí, que para eso estaba y estaría para siempre.

Me miro nuevamente a los ojos, sonrió y me dijo: “Te quiero papá”. Su vocecita entro por mis oídos y fue directo al corazón.

Nos quedamos en silencio un rato hasta que mire el reloj y ya era tarde. Había pensado caminar al colegio pero preferí ir en el carro para que no llegue mas tarde. Salimos y llegamos en cinco minutos, bajamos del carro y lo llevé de la mano hasta la reja del colegio.

Cuando llegamos me pregunto si estaría ahí a la hora de salida y le dije que si, que ahí mismo lo iba a esperar, entonces siguió caminando y lo vi desaparecer junto con un mar de niños por una puerta mas chica.

Todos los niños entraron, los papas se fueron, las rejas y puertas del colegio se cerraron y me quedé ahí parado, mirando la puerta cerrada del colegio. Mi celular comenzó a sonar pero decidí no responder. La reunión que tenia esa mañana no me importaba nada, así pierda esos clientes, le había prometido a Isaías esperarlo y lo iba hacer, así tuviera que estar todo el día parado en esa reja, esperando verlo aparecer de nuevo entre ese mar de niños alborotados.

11 comentarios:

JRodriguezD dijo...

Maestro. Ojala no te pase lo mismo. Ja.

Maite dijo...

Tierno tu relato, es feo cuando uno de los viejos se van de la casa, pero x experiencia propia es mejor cuando eso pasa mientras más mocoso eres no t duele ni choca tanto y menos cuando creces. Ya pasó. :D

El perro andaluz dijo...

La realidad siempre supera la ficción.

Cleopatre dijo...

el dolor, el abandono...difícil es vivir con la realidad a veces uno prefiere la manera más radical para sufrir.

si la muerte o el abandono.
todo con tal de no vivir la pesadilla de enfrentar esa pequeña verdad.


(no no irá. es trankilazo...además sabe que el lunes realmente es mi cumple así que el prefiere ese día)

Pollo especialista dijo...

ojalá nadie tuviera que experimentar una situación tan dolorosa como esa, pero lamentablemente a veces sucede, lo importante es explicarle a los pequeños que se les adora y aunque uno de los padres falte está el otro que no podrá reemplazar el cariño faltante pero sí apaciguará el dolor

natalia dijo...

Maldita sea gordo! esta paja.

ando... dijo...

jajaja, ya lo habia leido y me parecio tan paja como ahora, sigue por ese lado, te acomoda mejor

Elmo Nofeo dijo...

Esto si que es enternecedor.

Lo que no me explico es como se puede renunciar fácilmente a ser madre (la que cría).

Saludos.

Víctor Flores Lazo dijo...

Carajo.

Que bueno ha estado esto.

No leo un texto enternecedor hace mucho tiempo. Y los tuyos tienen ese ingrediente.

Muy buen texto.

Un abrazo.

Manuel Diaz Ibañez dijo...

Un relato emocional, de aprendizaje sin dudad. Es mas los demeritos del mismo son sobre todo escensiales en el desarrollo mismo.

Maria Vanessa dijo...

=)
Si!
¡Los papás son geniales!
Aunque creo yo,jamas dejaria a mi hijo.

Besos!