martes, 27 de noviembre de 2007

Cuando hay ganas de recordar (1)

Cuando iremos nuevamente a montar caballos a cieneguilla, pasando el puente, donde en la carreta lloraré porque les temo a los caballos mientras todos se ríen de mí. Donde tendremos que aguantar el olor a diablos porque al caballo se le ocurrió levantar la cola para cagar a mitad del paseo, dándole a Natalia ganas de vomitar y así, empeorar el olor hasta que terminé vomitando yo mientras todos nuevamente ríen de mí.

Cuando regresaremos a ese lugar junto al río, donde acababa la pista y hacíamos parrilladas con la reja de la cocina de la tía Gina. Donde mientras nosotros jugábamos en ese paraíso con piso de piedras, nuestros padres preparaban la comida, entre cervezas, risas y música con la que hasta hoy nos hacen disfrutar en sus cumpleaños.

Cuando regresaran esos veranos en San Bartolo, cuando el abuelo Leo renegaba por la bulla y yo, sin saber hablar, guiaba a mi tía Amelia porque no recordaba donde quedaba la casa. Esos veranos que con Natalia atrapábamos pescaditos en nuestro balde y los hacíamos vivir en el inodoro del baño hasta que mi papá orinaba en la noche y, sin darse cuenta, los hacia desfilar hacia el desagüe tras jalar la palanca.

Cuando regresaremos a los paltos a jugar al Reino Sireniso con Natalia, Geral y Jackie; mientras la gente se queja porque nuestro reino es el campo de minigolf. Ese lugar llamado paltos, donde veremos a nuestro tío Pepe perseguir a tropezones al perro afgano que se robo un pollo de la parrilla.

Cuando subiremos a la camioneta roja del tío Pepe e iremos al silencio, para ver una cadena humana de nuestros tíos borrachos y tratando de sacar al mas borracho de todos que se esta ahogando en la orilla. Aquel silencio donde escuchábamos la Lambada mientras caía la noche porque nuestros tíos, borrachos, se pelearon con un grupo de chicos que trajeron refuerzos, por lo que se vieron obligados a esconderse durante horas en el mar.

Cuando volveremos a Lunahuana a escuchar a ese señor que canta las canciones de Silvio Rodríguez en la fogata. Donde conocimos al gerente general de piso pack y nos hablaba, absolutamente ebrio, de lo estúpido que era su hijo; mientras Rafael y yo le dábamos consejos sobre la paternidad, a pesar de se un par de imberbes de 19 años. La misma Luanahuna donde esa noche fuimos a la vendimia a probar todos los vinos posibles, nos emborrachamos y luego lloramos la ausencia de nuestras enamoradas abrazados a las orillas de un lago artificial de donde temimos que salga Godzilla.

Cuado viajaremos de otra vez a tarma, para que Andrés muera de soroche en tíclio y luego en el hotel no durmamos por miedo al hombre del espejo. Para que cuando estemos en el observatorio, con Geral veamos una estrella fugaz y para que en la plaza de armas, en medio de los fuegos artificiales de 28 de julio, le confiese a mi papá que no quería estudiar lo que estudiaba. Para que Natalia me regale esa foto del cuadro del que me enamoré.

Cuando…

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